Visitenlo, podrían encontrar a su grupo o cantante favorito, además ahora pueden jugar Pacman, un clásico de clásicos. Yo ya me divertí un rato (jejeje).
Cuidense.
Leer, Escribir y Vivir.
Mis primeros cinco años de vida fueron en un pequeño poblado de mi estado Guerrero, “El Terrero”. A este pueblo lo quiero mucho, pasaron cosas muy padres que nunca olvidaré. A las orillas de aquel pueblo pasa el río Balsas, lugar donde tuve mis primeras aventuras acuáticas: nadar, pescar, a hacer brincotear las piedras sobre el agua.
Una vez al año se realizaba una carrera de lanchas desde “Fresnillos” hasta llegar a la presa de “El Caracol”. Los participantes eran de varios estados de la república y algunos de otros países, y a nosotros, el público, nos gustaba verlos pasar en esas lanchas potentes levantando el agua un par de metros, y aprovechábamos para saludarlos y ellos, correspondiendo nuestras buenas intenciones, regresaban el saludo.
Una ocasión, por ir a ver a estos dichosos lancheros, no entre al Kinder; cuando mi mamá se enteró de que no había llegado a clases, y que tampoco había llegado un buen amigo, Joaquín (mira que todavía recuerdo su nombre), mandó a alguien a buscarme al río, y allá estaba yo, quitado de la pena y saludando a los lancheros. Cuando el buscador me encontró me dijo que mi mamá me estaba esperando en la escuela. Casi llegando a la escuela vi a mi madre parada, con los brazos cruzados, levantado y asentado un pie en señal de impaciencia, y una mirada fija que daba miedo, además todo un batallón de alumnos en cada uno de sus costados. Era lógico que una tunda me esperaba, y al querer escapar de ella me eché a correr. Mi madre dijo – agárrenlo – y todo el batallón de alumnos se abalanzaron contra mi. Esquive uno, otro, me escabullí de las manos de otro, y nadie podía atraparme, pero de repente, uno de sus alumnos, el más grande, me atrapó, me tenía bien sujeto atrapado entre sus brazos. Estábamos frente a frente, yo queriendo escapar y el apretándome más y más fuerte; escapar con mis pocas fuerzas era imposible, y casi al resignarme y al echar mi cabeza sobre su hombro, vi su oreja, así, completamente descuidada, y sin pensarlo dos veces, la mordí. Despues de esto me soltó y todos se impresionaron por mi actuación, pero sobre todo por la sangre que salía de su oreja. Me soltó y seguí corriendo, pero todos se habían olvidado de mi, pues ahora el foco de atención era aquel alumno que me había atrapado, aquel alumno que había mordido, aquel alumno que sangraba de su oreja izquierda, aquel alumno que jamás volvió a la escuela.
Este pequeña historia es completamente real (según recuerdo y me dicen por ahí los conocidos). Es un poco difícil encontrar es este hermoso pueblo en la red, pero les dejo la dirección la pag. de Arcelia, otro lugar donde tuve la suerte de vivir y que, por supuesto, extraño mucho.
Ojalá puedan entrar y conozcan, de menos por ahora, la ciudad de ARCELIA GUERRERO por internet.