IGNACIO CHÁVEZ SÁNCHEZ - A 28 AÑOS DE SU MUERTE

Es bien sabido por quienes me conocen que tengo una admiración increíble por Ignacio Chávez Sánchez, inminente cardiologo nacido el 31 de enero de 1897 en Zirandaro, Michoacan (ahora Zirandaro de los Chávez, Guerrero) y que con su genialidad se convirtió, para mi, en el mejor de los médicos que haya dado la tierra de este país, que aquí creció, maduró en el extrajero y regresó para dejar infinidad de semillas que no dejan de dar y dar frutos exquisitos.

Su capacidad al escribir es, realmente, envidiable, pues en 1920, teniendo 23 años, cuando redactaba su tesis para el examen profesional, es ya su madurez, criterio y vivacidad tan impresionante que el sólo leerla es un deleite.

Platicando con Ruy Pérez Tamayo, dijo alguna vez, haciendo referencia al estilo de escribir del Dr. Salvador Zubirán e Ignacio Chávez: "...Zubirán era una caperucita, en cambio Chávez era un lobo feroz..."

Pues bueno, el pasado 12 de julio hizo 28 años de la muerte de Ignacio Chávez.

No me queda más recordar a esta persona que también, de alguna forma, dejó una semilla en mi.

Mi Techo

Debido a que cuando llegué a este departamento algunas partes de la pared y el techo estaban despintadas, y como no quería pintar, opté por comenzar a pegar los posters de mis revistas "H" que colecciono desde hace muchos años.

Así comenzó todo y se tapizó una pared, luego otra y pues comencé con el techo. Así sigue, y de pronto una nueva chica H se agrega a esta replica mejorada de la Capilla Sixtina.


Foto de Alvi2047

MALDITO GRILLO

Mis dos lugares favoritos de lectura son: el baño y el metro.
*Si estoy en el metro y no tengo un libro en las manos me siento, sencillamente, estúpido. Me caga ver los letreros del metro, las figuras de las estaciones, la gente, etc.
*Si estoy en el baño y no tengo un libro, no puedo hacer nada. Mi sistema digestivo esta educado para funcionar leyendo.
Desde hace dos semanas un maldito grillo vive en nuestro baño del depto.8 del número 34, y ya me tiene hasta el gorro.
Siento horrible tener que asesinarlo, pero si no se va, tendré que hacerlo.

ACEITUNEROS

Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién,
quién levantó los olivos?
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada,
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Levántate, olivo cano,
dijeron al pie del viento.
Y el olivo alzó una mano
poderosa de cimiento.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿quién
amamantó los olivos?
Vuestra sangre, vuestra vida,
no la del explotador
que se enriqueció en la herida
generosa del sudor.
No la del terrateniente
que os sepultó en la pobreza,
que os pisoteó la frente,
que os redujo la cabeza.
Árboles que vuestro afán
consagró al centro del día
eran principio de un pan
que sólo el otro comía.
¡Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos!
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
pregunta mi alma: ¿de quién,
de quién son estos olivos?
Jaén, levántate brava
sobre tus piedras lunares,
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Dentro de la claridad
del aceite y sus aromas,
indican tu libertad
la libertad de tus lomas.


MIGUEL HERNÁNDEZ